70 de vida y de corazón de Huehue: Antonino Gutiérrez Vázquez

Crónicas de Yauhquemehcan.

David Chamorro Zarco

Cronista Municipal

Los primeros recuerdos

José Filiberto Antonino Gutiérrez Vázquez nació el 22 de agosto de 1954, es decir, hace poco más de seis meses, cumplió 70 años de edad. Es hijo de los señores Antonino Gutiérrez Badillo (uno de los músicos más destacados del siglo en toda la región, cuya magistralidad le llevó a ser parte de importantísimas agrupaciones) y de Antonina Vázquez Moreno.

 Antonino dice que su padre le enseñó a ser muy observador. De entre sus primeros recuerdos está el observar la llegada y desfile de las Camadas de Carnaval para participar en la actividad conocida como el Lunes del Encuentro. que se efectúa hasta el día de hoy el lunes previo al Miércoles de Ceniza y consiste en recibir en la cabecera Municipal de Yauhquemehcan, a las diversas Camadas o grupos de danzantes de las diversas comunidades: por ejemplo, recuerda que su padre le llamó la atención sobre el cambio que hicieron los integrantes de la Camada de Huacaltzingo, pues mudaron las coronas hechas de varas y forradas de papel de china, para introducir las primeras plumas que pueden ser consideradas como el antecedente de los modernos penachos, llenos de lujos y color.

 Añade a este punto que era la costumbre que todas las Camadas participantes en el Lunes del Encuentro se reunían cerca del centro de la comunidad y eran recibidas por el Presidente Municipal en turno y los integrantes del Ayuntamiento. Luego daban la vuelta por el primer cuadro y finalmente se formaban en la explanada frontal de la escuela primaria, tomando el lugar que les correspondía e iniciando la danza al mismo tiempo, cada cual con su banda de músicos, para que la gente pudiera contemplar a las diversas Camadas.

 Antonino también recuerda que cuando tenía unos cinco años comenzó a llamarle la atención todo lo relacionado con el Carnaval, entre ellos, los ensayos que se efectuaban entre los integrantes del grupo de danzantes para poder hacer una buena ejecución. Éstos se efectuaban en el llamado salón de La Magdalena, también conocido como La Casa de Adobe, localizada en el lado poniente de la cabecera municipal. Su labor era, como un niño, llevar escobas para barrer y unas velas grandes, llamadas codales, para iluminar a los integrantes de la Camada. Dice que calcula que no se reunían muchas personas, pues el salón era pequeño e incluso cabían los músicos que acompañaban la actividad.

 Afirma que en ésa época, a mediados de la década de 1960, la música todavía se integraba por violín, guitarra y contrabajo, aunque en algunas ocasiones se consideró también a los salterios.


Las primeras incursiones

Don Antonino Gutiérrez recuerda con mucha claridad que fue en 1963, cuando tenía ocho años de edad, cuando pudo bailar por primera vez en la Camada de San Dionisio. Dijo que fue gracias a la amabilidad de una persona, que recibió un traje regalado hecho con tela de satín, y su mamá le obsequió los diez pesos que costaba la máscara de cartón que fue a adquirir a la tienda El Vapor, en la ciudad de Apizaco.

 Recuerda también que en ésa época, los adultos hacían gran diferenciación entre ellos y los jóvenes y sobre todo con los niños, a quienes no se permitía, por ejemplo, un involucramiento total en las actividades de la Camada. Tomando como base la presentación estelar del Lunes del Encuentro, dice Antonino que durante los primeros años de su participación, no fue permitido que los niños tuvieran la misma categoría o valor que los adultos. Incluso recuerda que, en la vida social o común, ni los jóvenes podían involucrarse abiertamente en una reunión de adultos, ni los infantes podían hacer lo propio respecto de los jóvenes, pues, en estricto sentido, eran sus mayores.

 A finales de la década de 1960, la Camada de San Dionisio era muy pequeña. Dice Don Antonino que con dificultad llegaban a las veinte personas, primordialmente porque la población era relativamente muy pequeña, sobre todo si se le compara con el número de habitantes que tiene hoy la cabecera municipal. También recuerda que en aquélla época, no bailaban mujeres en el Carnaval, sino que únicamente lo hacían los hombres y que algunos de ellos tomaban ropa femenina para la formación de las parejas. Afirma que la primera mujer que se atrevió a salir como parte de una Camada de Carnaval fue la señorita Guadalupe Vázquez Vázquez, en el año de 1971. Ya para 1973, bajo la ayuda del señor Cástulo Ramírez Lima, aumentó mucho el número de mujeres danzantes, de manera que fue posible que las 16 cabeceras ya estuvieran cubiertas por mujeres, aunque todavía se mantuvo por un tiempo más a hombres vestidos con prendas femeninas. A partir de la década de 1980 hubo por igual hombres y mujeres y, finalmente, en la actualidad se vive el fenómeno contrario, es decir, hay más mujeres que hombres, de suerte que hay señoritas que se visten con los trajes de varón.

 Gutiérrez Vázquez afirma que quienes decidían vestirse como mujeres no necesariamente eran jóvenes, sino incluso personas en plena edad adulta. Naturalmente con los trajes y las máscaras, era difícil adivinar la identidad de cada Huehue en particular.

 Respecto de la música, refrenda el recuerdo de que el violín era el instrumento que llevaba la melodía, en tanto que la armonía se llevaba con una guitarra y el acompañamiento con un contrabajo. Antonino rememora con emoción a un señor llamado Don Felipe, originario de San Francisco Tlacuilohcan, a quien, con el tiempo dieron en apodar El Huehue, como el hombre que le puso especial interés en que los integrantes de la Camada del Centro hicieran el baile con precisión, orden y armonía. Esto quiere decir que durante los ensayos, Don Felipe solía parar la ejecución de la música para explicar que debían esforzarse por ejecutar bien la danza, de manera que, en las palabras de Don Antonino, esta persona podría ser considerada como un antecesor de la organización formal de la Camada.

 Desde finales de la década de 1960 ya estaba muy establecida en San Dionisio Yauhquemehcan la organización del Lunes del Encuentro, en donde todos los grupos o Camadas de las comunidades se daban cita para participar ejecutando, al mismo tiempo y cada cual con su grupo de músicos, su danza carnestolenda.


Juventud de alegría y Carnaval

La dificultad más grande para continuar participando en la Camada de Huehues era el tener el traje adecuado. Don Antonino recuerda que el traje que le obsequiaron para sus primeras presentaciones, había sido hecho de satín multicolor, como la mayoría de sus contemporáneos; sin embargo, la misma naturaleza de la tela y el desgaste terminaron con la prenda.

 Afirma que en aquélla época, sin embargo, acaso como opción para superar los costos de los trajes, comenzó a darse la aparición de personas vestidas como diablos o gorilas. Aunque era alejado de la idea primordial del traje del Huehue, estos disfraces permitían que con una baja inversión, se pudiera participar igualmente en la Camada. No obstante, había que poner muchas ganas en el desempeño dentro de la danza, para ganarse un lugar y consideración respecto de los Huehues adultos, vestidos de manera tradicional.

 Antonino rememora que estos personajes disfrazados con trajes alternos, se encargaban de poner un toque de humor y picardía a la festividad, teniendo también el reto de hacer un mejor desempeño para ganar respeto y reconocimiento de parte del resto de los Huehues, pero, también aclara, no es la esencia genuina del Carnaval de Yauhquemehcan. Dice Antonino que con esta modalidad participó unos tres años hasta que, aproximadamente a sus quince años de edad, tuvo la oportunidad y los recursos para mandar a confeccionar un traje tradicional de Huehue, con el apoyo de su mamá.

 Don Antonino cuenta que, no obstante ya tener su traje completo, las personas adultas seguían ejerciendo sobre los jóvenes una cierta discrminación.

Trajes de magia y de color

Como es bien sabido, el Estado de Tlaxcala tiene diversas zonas culturales en cuanto a la celebración del Carnaval se refiere. De entre los más identificables, se encuentran los Catrines, ubicados en municipios como Santa Cruz Tlaxcala, Amaxac de Guerrero y Contla de Juan Cuamatzi, cuya indumentaria es a base de un elegante frac de estilo francés, visiblemente influenciados por las costumbres de los dueños de las fábricas textiles o de obrajes que se asentaron y operaron en Tlaxcala y que tuvieron cierto apogeo durante el porfiriato, de cuya época tomaron tanto la vestimenta como la música.

 Están, desde luego, los Charros de la región de Papalotla y sus municipios aledaños, cuyo traje es perfectamente distinguible por sus capas hermosas y muy trabajadas y por su corona elaboradísima de plumas multicolores, rematado con su cuarta o látigo.

 Al lado de ellos, se encuentran los trajes de la zona de Totolac, cuya vestimenta de manta evoca los ropajes tradicionales tlaxcaltecas. Asimismo, tenemos los muy singulares Chivarrudos, de la región de Zacatelco, ataviados con pelo de chivo o los trajes campesinos de la Danza de los Cuchillos, de la región de Terrenate.

 En el caso de Yauhquemehcan el traje tiene un estilo español. En general, es cortado en terciopelo de diversos colores. Se forma de un camisa, pantalón corto (arriba de la rodilla) y pechera o chaquetín; éstas dos últimas piezas hechas de terciopelo y bordados con diversos motivos, hechos de lentejuela, canutillo, chaquira y cascabeles. Las figuras que mayormente aparecen en la espalda suelen ser de diversos motivos, aunque la mayoría hacen alusión a diversos motivos prehispánicos.

 Sobre el rostro, como en el resto de las manifestaciones carnestolendas de Tlaxcala, se coloca una máscara en el caso de los varones, regularmente hecha de madera tallada. En Yauhquemehcan destacan los rostros de perfil europeo, muchos de ellos barbados, acaso como un detalle más en la esencia de burla que es el origen del Carnaval.

 Finalmente, el traje se remata, en el caso de los varones. por un penacho hecho de diversas plumas multicolores de diversos tamaños.

 Tanto para hombres como para mujeres, el calzado habitual son botas altas.

 Cabe el comentario que el traje de las mujeres danzantes se forma esencialmente de falda corta, blusa y chaleco o chaqueta. Como dato interesante, durante los primeros años en que salieron mujeres vestidas con minifaldas, el cura y otras personas se escandalizaron por lo que dijeron ser un comportamiento deshonesto. También dice Don Antonino que en otras comunidades de los alrededores a San Dionisio, el fenómeno llegó a niveles de impedir que los Huehues estuvieran o pasaran cerca de la iglesia, al grado de impedirse a los integrantes de las Camadas la imposición de la señal de la cruz, el Miércoles de Ceniza. 

 Don Antonino remarca que ha habido diversos cambios o modificaciones a la conformación de los trajes que contemplados el día de hoy, Por ejemplo, en las décadas de 1970 y 1980, era muy común que los Huehues trajeran aderezados a sus trajes espejos de diversos tamaños y tipos. Asimismo, muchos de los trajes traían bordado con hilo un águila con las alas abiertas.

 Acaso el elemento que más ha cambiado es el tocado, pues inicialmente sólo veían coronas hechas con una estructura de varas, forradas con papel de china y, poco a poco, los danzantes fueron adoptando otro tipo de elementos, hasta derivar en los modernos y espectaculares penachos que hoy se lucen.

 Una mención muy especial merecen las máscaras de los Huehues. Es importante decir que sólo los varones, o quienes se visten como varones, son los que las usan. Están hechas de madera tallada y sus acabados son muy finos. Se trata de verdaderas piezas de artesanía que, en el plano comercial, llegan a vencerse en cantidades muy altas de dinero. Durante la entrevista, Don Antonino muestra al menos media docena de ellas de diferente naturaleza y material, incluso algunas talladas por él mismo.

 Dice que el factor que detonó la sensible mejoría de los trajes fue el aprendizaje que muchos adoptaron para el bordado con diversos materiales. Esto permitió que los danzantes o sus familiares se dedicaran durante muchas horas a lo largo de meses previo a la celebración del Carnaval, preparando la respectiva vestimenta. 

 Antonino comparte que en años anteriores, tuvo la iniciativa y recibió el respaldo de parte de diversas instituciones para impartir diversos talleres con artesanos especializados, por ejemplo en bordado, talla de madera para la confección de máscaras, así como arte plumario para la conformación de los penachos.

No en todos los casos, pero muchos danzantes, hombres y mujeres, así como sus respectivos familiares, se han convertido en Yauhquemehcan en artesanos para abatir los costos de la confección de sus respectivas prendas y accesorios.

En general, como dice Don Antonino, los trajes han ido cambiando con el tiempo y lo que parece un hecho incuestionable es que seguirán su adaptación conforme pase el tiempo, como resultado de los fenómenos de adaptación.

Hoy se puede decir que mirar a un Huehue vestido con su traje de danzante es algo impresionante; que sus colores son contrastantes y vivos; que cada pieza de vestimenta es en sí misma una artesanía irrepetible y que los danzantes de Carnaval ejercen una fascinación sobre quienes presencian su arte, dejando un recuerdo permanente y fascinante entre propios y extraños.

Música, danza y alegría

Hay diversos estudios especializados en torno de los orígenes de nuestro Carnaval. En cuanto a la música, todo parece indicar que se tomó la que se tocaba en los salones de baile de la época del porfiriato, a la sazón, profundamente influida por los autores franceses. de esta manera, valses, danzas, mazurcas y polcas (éstas últimas traídas por la gente que tendió las vías del ferrocarril), eran el principal repertorio que se ejecutaba en las fiestas de la gente con mejores recursos económicos en los salones de baile de las grandes ciudades.

 Si consideramos que el Carnaval es en sí mismo una acto de imitación burlesca de la gente del pueblo a las clases acomodadas, se entiende que hubo una apropiación progresiva de la música hasta terminar haciéndola completamente popular, tal como la conocemos hoy.

 Tampoco hay que perder de vista que estas danzas de Carnaval, al ser tomadas de bailes de salón y ser ejecutadas de manera grupal o colectiva, tuvieron un orden estricto de ejecución. Esto quiere decir que la participación en una danza o en una contradanza, implicaba que las y los bailarines siguieran concreta e invariablemente las evoluciones correspondientes. O sea, estos bailes de salón colectivos no eran libres, como cuando simplemente una pareja ejecuta pasos a su libre albedrío.

 Naturalmente, al haber tomado este modelo de ejecución, la idea de las danzas de Carnaval en Tlaxcala, implica el conocimiento y ensayo previo de los pasos y las evoluciones. No se trata de que cada Huehue haga lo que quiere o lo que le viene en inspiración, sino lo que marca estrictamente la coreografía.

 Hay ciertas posturas que dicen que mirar a los Huehues durante el lapso de una hora, haciendo pasos y evoluciones relativamente similares, resulta monótono. No hay que perder de vista lo anteriormente dicho, en función de que se trata de una práctica artística sacada de los salones de baile, bajo patrones estéticos diferentes a los nuestros.

 Dice Don Antonino Gutierrez que la música ha evolucionado un poco a lo largo de estos sesenta años en que ha tenido como trayectoria. Básicamente han sido tanto los instrumentos como los amplificadores los que han dado otro sonido a la música de carnaval, sin que se haya afectado mayormente a las melodías.

 Lo que inició siendo un trío de violín, guitarra y contrabajo, pasó a ser una pequeña banda de viento, primordialmente de instrumentos de la familia de los metales. El día de hoy, se puede observar que la participación de sintetizadores y teclados electrónicos permiten que una sola persona ejecute toda la música de las cuadrillas del Carnaval. Incluso, a últimas fechas, algunas agrupaciones de ritmo ska han hecho algunas adaptaciones para incluir en sus respectivos repertorios la música de las cuadrillas, con lo que hay un nuevo eslabón en este proceso de evolución artística.

 Don Antonino recuerda que en la época en que no había el apoyo de grandes bocinas, los danzantes acompañaban también con algunos elementos para reforzar el ritmo de la ejecución. Por ejemplo, los cascabeles adosados a los trajes remarcan los tiempos de la música; otro tanto sucede con las castañuelas que utilizan los varones. Finalmente, Antonino recuerda que en la época de las coronas hechas con papel de china también había ése elemento acompañante. En los tiempos modernos, es tal el volumen que alcanzan las bocinas o los amplificadores que este elemento pasa muchas veces desapercibido.

 Incluso afirma que es idóneo que previo al inicio de la ejecución, los músicos sean informados de los detalles exactos de la ejecución de la danza, a efecto de que no haya divorcio entre las notas que se tocan y los pasos que se ejecutan.

 Antonino, a lo largo de los últimos catorce años ha impulsado una agrupación a la llama ballet para darme mucho mayor seriedad y rigor artístico. su idea esencial es hacer que la ejecución de las danzas carnestolendas tengan la propiedad, la regularidad y, si es posible, el profesionalismo que se demanda, derivado de que son el producto de una tradición ya de muchas generaciones y corresponde a la responsabilidad tratar de guiar a las nuevas generaciones en torno a la mejor manera de llevar a cabo esta manifestación del arte y la tradición popular de Yauhquemehcan.

 Por eso pone mucho énfasis en enseñar a los danzantes para que ejecuten los pasos lo más regular posible, procurando que haya uniformidad y armonía.

 Mirar la ejecución de estas cuadrillas por los Huehues en las diferentes Camadas es una gran experiencia. La música, con su ritmo contagioso y alegre hace que de inmediato las personas que jamás habían presenciado esta manifestación cultural, comiencen a moverse al ritmo de los movimientos. Pero ante todo el contemplar a grupos que a veces llegan casi al centenar de elementos, ejecutar estas evoluciones, vestidos con trajes tan singulares, sólo puede reafirmar el orgullo por la tlaxcaltequidad, por lo singular de nuestra cultura.

Ser Huehue: toda una cultura

Yauhquemehcan es tierra de tradiciones y costumbres diversas. Desde las fiestas patronales que se realizan en cada comunidad para conmemorar a los santos que han sido adoptados como patronazgos, hasta la festividad dedicada a honrar la memoria de los muertos.

 No obstante, la fiesta popular por antonomasia, la que levanta pasiones y emociones, la que más genera expectativa y participación de las comunidades e incluso la que representa gastos más fuertes, es, sin duda alguna, el Carnaval.

 Don Antonino Gutiérrez dice que se trata de toda una cultura y por eso tiene que ser vista de manera integral. Su iniciativa de hacer que las y los danzantes de su camada se conviertan, por así decirlo, en autosuficientes, les ha llevado a prepararse en el desarrollo de diversas habilidades, desde el tallado de madera para poder confeccionar las máscaras, hasta el bordado y la aplicación de todos los adornos que se consideran en los trajes, pasando, por supuesto, por el arte plumario, para poder confeccionar los penachos. Incluso dijo que la idea era llegar a aprender la confección de las botas de piel. Todo ello permitiría un tratamiento integral de la vestimenta y haría mucho más asequible la participación de las y los danzantes en la Camada.

 De hecho, afirma Don Antonino, gracias a la convocatoria y patrocinio que tuvo en su oportunidad el Instituto Tlaxcalteca de la Cultura, hoy Secretaría de Cultura, ganó en varias ocasiones apoyos para generar talleres con esta temática. Lamentablemente la pandemia de COVID-19 y sus restricciones limitaron al mínimo la activi

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