Por Isael Pérez Olivier.
Era cuestión de tiempo para que se destapara “el cochinero’ en el que se convirtió el proceso interno de Morena para la selección de candidatos a Diputados locales y Presidentes Municipales en Tlaxcala. Y no podría haber sido de otra forma, si desde el principio fue un proceso amañado por la élite estatal del partido de culto, que sin tomar en cuenta el verdadero sentir de sus simpatizantes, decidió apostarle a la reelección de los actuales Legisladores locales y a entregar las nominaciones municipales al mejor postor; lo que sin duda, no solo sumerge al movimiento en una crisis de credibilidad, sino que presagia una implosión en su estructura operativa, cuyo resultado se reflejará en una caída estrepitosa en las preferencias electorales. De ahí que, esa ventaja estadística de por lo menos 14 puntos porcentuales que se consideraba una enorme brecha entre el partido en el poder con respecto a sus opositores, se acorta y coloca a los aspirantes del PRI, PAN y PRD, e incluso del PT, en zona de competencia. Ajá, como se advierte, el escenario, mejor imposible para que la oposición remonte con algunos escaños en el Congreso local y para que logre modificar el actual mapa político estatal.
Los artífices de esta hazaña democrática son la gobernadora Lorena Cuéllar Cisneros y el dirigente estatal del Movimiento de Regeneración Nacional Carlos Augusto Pérez, que le apostaron a la sumisión de quienes construyeron desde los cimientos el partido, pero se van a llevar una sorpresa, cuando se den cuenta que aquellos a quienes tildaron de “disciplinados, agachones y pendejos”, ya están fraguando una rebelión.
El caso más concreto, es el que se va a registrar en la capital del estado, históricamente disputado por dos grupos que definen las elecciones; me refiero al grupo de los Ortiz y al Grupo de los Cisneros, este último identificado como brazo operador de Morena, y del que me aseguran, está dispuesto a impedir a toda costa la llegada de Alfonso Sánchez García a la presidencia municipal de Tlaxcala. Se trata de viejas heridas que siguen abiertas desde 1998, cuando el tío de la actual Gobernadora, Joaquín Cisneros Fernández fue vencido en la contienda constitucional al gobierno del estado por el entonces candidato perredista Alfonso Sánchez Anaya, padre de quien hoy pide con vehemencia el apoyo de los rivales políticos de su anciano progenitor.
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